VERNE EN LA PROCESION DEL CRISTO

 EL VIGO QUE FUE


Hace 137 años, el escritor Julio Verne asistió a la procesión del Cristo de la Victoria, en su tránsito por las calles de Vigo. Fue en 1878, en la primera de sus dos visitas a la ciudad a bordo de su yate, el Saint Michel III. Y se asombró con algunas estampas como las que podrán contemplarse hoy mismo: la gran afluencia de gente y los ofrecidos que hacen el recorrido de rodillas.

El escritor francés había llegado el sábado 1 de junio de 1878, acompañado en su yate por su hermano Paul, su sobrino Maurice, el diputado Raoul Duval y el hijo de su editor, Jules Hetzel jr. El mal tiempo reinante le obliga a hacer una escala que se prolongará durante cuatro días y en la que disfrutará enormemente de Vigo y de su vida social en la época.

La primera sorpresa es que Vigo está en fiestas. A finales del siglo XIX, la Reconquista se celebra el primer fin de semana de junio, al igual que la procesión del Cristo de la Victoria. Actualmente, se festejan el 28 de marzo y el primer domingo de agosto, respectivamente. El escritor de Nantes anota en su cuaderno de viaje: «Fiesta por la independencia recobrada en 1809 sobre los franceses. Fuegos de artificio. Música. Admisión al Casino. Iglesia reciente, murmullos, no hay sillas». La «iglesia reciente» es sin duda la colegiata de Santa María, en el Casco Vello, cuyas obras habían concluido cuarenta años antes, en 1838.

El domingo, 2 de junio, dará a Verne la ocasión de conocer la ensenada de San Simón y, por tanto, el escenario de la Batalla de Rande que él mismo describió en 20.000 leguas de viaje submarino. «Domingo, 2 de junio. Paseo matinal a las 6 horas con Pierre. Barco de vapor. Fondo de la bahía. Galeones. Vista. Un verdadero fiordo. Graneros de maíz. Naranjos. Retorno a bordo». Los hórreos y los naranjales llaman la atención del escritor. Tras almorzar a bordo, Julio Verne visita al gobernador de Vigo y conoce la campiña viguesa: «Ayudante de campo del gobernador. Almuerzo de ceremonia a bordo. Desembarcados 2 horas. Coche. Visita al gobernador. Su mujer, sus oficiales, su villa. Paseo en coche. El valle. El mar».

Por la noche, cenan en la fragata Flore y desembarcan para contemplar la procesión del Cristo de la Victoria. Verne anota todo telegráficamente en su cuaderno: «Con el cónsul. Cargamos carbón. Cena a bordo del Flore. Comedor de oficiales. Siete salvas de cañón por el cónsul. Noche. En la casa del cónsul. Procesión. Mujeres sobre las rodillas durante cuatro horas. De 4 horas a 8 horas. Retorno a bordo. Mujeres con colores vistosos, amarillo, rojo y verde».

El diputado Edouard Raoul Duval se extiende con más detalle en una carta que envía a Francia narrando su estancia en Vigo: «La noche nos reservaba otra sorpresa: la ?procesión de las luces?. Imagínense toda una ciudad, de diez a quince mil personas al menos, llevando cada una un cirio y marchando en dos filas; en medio de la ceremonia religiosa amenizada por unos querubines, el general y sus oficiales, la custodia llevada sobre los hombros de los jueces del tribunal de Comercio, etc. Lo más curioso eran dos fieles que se habían ofrecido con alguna promesa y que andaban de rodillas con un cirio en una mano y un bastón en la otra».

Duval emplea la expresión torche para la procesión. Literalmente, sería la procesión de las antorchas, aunque se entiende que quiere transmitir una expresión similar a «procesión de las luces», en alusión a los cirios que posteriormente sí citará.

El día anterior, Verne y sus acompañantes ya habían disfrutado de la verbena popular en el campo de Granada, frente a donde está hoy la praza do Rei. Así la describe Duval: «Por la noche, en el paseo hay música y fuegos artificiales. Bajamos a tierra con el comandante de La Flore, que desde ese momento no se separó de nosotros de una manera tan generosa que nosotros nos dejamos llevar con mucho gusto. Encontramos de todo en la bahía de Vigo, incluso el esqueleto de una enorme ballena, pescada en alta mar unos días antes, en el lugar de la fiesta, muy bien iluminada con farolillos; hay una multitud tan grande que parece que estamos en una ciudad de 150.000 almas cuando en realidad son 15 o 16.000 (...) Hay dos bandas de música subidas sobre tarimas, fuegos artificiales de los más bellos, cantidad de bombas de todo tipo, tres obras montadas sencillamente cada una de ellas como un drama en varios actos con cambios de decorado a la vista».

Por tanto, hace 137 años, había en Vigo unas fiestas que podían entusiasmar a los visitantes, por ilustres que fueran. Y, también, una procesión que asombró a Jules Verne. Esta tarde volverá a recorrer las calles viguesas el Cristo de la Victoria. Un nombre que también está en la obra del escritor de Nantes: Victoria es el nombre que dio a uno de los adelantos técnicos que protagonizan su obra, el globo aerostático con características de dirigible que recorre África en Cinco semanas en globo.

Eduardo Rolland. La Voz de Galicia

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