EL TURISMO INGLÉS DESCUBRE VIGO

 EL VIGO QUE FUE
 
 
«La obra decisiva en favor del fomento del turismo en nuestra región se la debemos a un inglés ilustre y vigoroso, a una juventud decidida y entusiasta, a Mr. Booth, director de las poderosa empresa naviera que lleva su nombre», relataba Jaime Solá en Vida Gallega a finales del año 1909. Se refería a Alfred A. Booth, director de la compañía Booth de vapores trasatlánticos y presidente del consejo de administración de la naviera Cunard.


Participantes en la comida de la isla de S. Simón

Este inglés había promocionado el turismo en Portugal, editando publicaciones sobre sus bellezas. Había organizó excursiones desde su país y creo, desde su compañía, pasajes combinados a precios económicos. «Pasan los vapores de la Booth por las aguas gallegas, llevando cada diez días para Lusitania más de doscientos turistas», añadía el director de la revista viguesa.
 
En la primavera de 1908, Alfred A. Booth llegaba a Galicia con la idea de repetir sus éxitos portugueses. Contactó con Federico Barreras Massó, que lo dirigirá desde Vigo a lugares que podrían ser de interés para los posibles turistas ingleses. Los balnearios de Mondariz y A Toxa están entre esas localidades, pero también Santiago de Compostela. El empresario inglés quedó encantado con lo que vio y cuando regresó a su país decidió promocionar aquella «Suiza española».


 
Booth vivía de transportar gente en sus barcos por lo que dirigió su estrategia hacia la promoción de Galicia como destino turístico entre sus compatriotas. Contrató a un pintor paisajista y a un escritor para que viajaran a Vigo y recorrieran los lugares que él vio antes con el fin de publicar una guía de turismo. Sería un libro de fácil manejo e ilustrado tanto con algunas fotografías como pinturas.
 
El escritor Walter Wood y el paisajista Frank Henry Manson no estuvieron mucho tiempo en Galicia pero dejaron una estupenda guía titulada A corner of Spain, en donde dirigían a sus compatriotas a los lugares que consideraban más interesantes. La obra tomaba prestado el título de una guía de finales del siglo XVIII escrita por Miriam Coles, pero que se centraba únicamente en el sur de la península.
 
Antes de regresa a Inglaterra, Walter Wood fue agasajado por varios empresarios vigueses con una banquete en el lazareto de San Simón «explédidamente servido por el Continental Hotel» (sic). Durante aquella comida, en la que también estaba el alcalde Miguel Fernández Lema, se habló de la posibilidad de crear una asociación de fomento del turismo. Federico Barreras Massó afirmó que la sociedad debería estar subvencionada por las corporaciones gallegas más interesadas. Añadía que sería interesante abrir sendas oficinas en Londres y París. Esta sociedad fue creada posteriormente y función con notable éxito hasta que la Primera Guerra Mundial alteró la armonía europea.
 
Todos aquellos trabajos previos comenzaron a obtener frutos a partir de finales de mayo de 1909. La Booth Line organizó a partir de ese momento sus primeros viajes. Sus barcos zarpaban de Liverpool y hacían escalas en Southampton y Londres antes de poner la proa rumbo a Vigo. Aquellos viajes turísticos tuvieron una periodicidad de tres veces al mes, entre los meses de mayo hasta finales de octubre. Desde la ciudad olívica, los grupos de excursionistas recorrían diversas zonas de interés en Galicia, siempre próximas a la costa. Santiago, que Walter Wood, denomina «la Jerusalén española» en su guía A corner of Spain, fue uno de los objetivos preferidos de los turistas.
 
En una de aquellas primeras expediciones llegó a Vigo Franciz Bourne, arzobispo de Westminster. El prelado británico desembarco el 24 de mayo de 1909 tras viajar en el Ambrose. Dirigía el arzobispo una peregrinación a Santiago de Compostela, aunque antes de partir hacia la tumba del Apóstol, los peregrinos quisieron visitar Baiona. Junto a estos peregrinos, el buque también traía otro grupo de ingleses interesados en las aguas de Mondariz.
 
«El Hilaris, de la Booth Line, entra al anochecer cautelosamente entre las islas roqueñas de la bahía gloriosa de Vigo, donde fondean muchas veces nuestras escuadras asociada con lo más brillante de nuestra supremacía naval», escribía un periodista inglés, A. R. Hill, en el Cambridge Chronicle. Se refería a la noche del 24 de julio de 1910. El periodista participaba en uno de los viajes turísticos organizados por la naviera británica. «Entre las tinieblas destacaban las luces de la Ribera, que parecían señalas de tonos alegres. Fue un espectáculo jamás olvidado y para describirlo hace falta la paleta de un artista. Detrás de la colina, sobresalía el pueblo de Vigo y la luna alumbraba majestuosamente la serenidad de los cielos», apuntaba el periodista.
 
La Asociación para el Fomento del Turismo en Galicia, que tenía su domicilio en Vigo, una vez consolidado este flujo procedente de Gran Bretaña, quiso ampliar su campo de acción. En junio de 1913, la asociación realizaba gestiones con la agencia de viajes Lisonne y Zoon, de Amsterdam, para que incluyera Galicia en sus ofertas. El principal aval de aquella petición era el hecho de que en el puerto de Vigo hacían escalas los buques del Real Lloyd Holandés. Sin embargo, el inicio de la Primera Guerra Mundial lo impidió.

Jorge Lamas. La Voz de Galicia
 
 

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